La cumbia es un género de música y en sus orígenes de elegante baile, cuyas raíces se remontan a la fusión de las distintas culturas que convergieron entre las regiones de Colombia y Panamá. Su evolución se fue extendiendo adoptando y derivando en otros géneros, según el país y la aportación musical de sus ritmos, generando versiones en lugares donde se iba tocando.
A Colombia la cumbia llegó a las costas caribeñas por influencia de los esclavos africanos que arribaron a ese país, pero también de los españoles que desembarcaron en el tiempo de la Colonización.
En el siglo 20, a partir de 1940, la cumbia comenzó a extenderse por otros países del continente latinoamericano.
Según historiadores musicales, este género inicio como una danza de catarsis para los esclavos que al final de la jornada o en sus pocos momentos de descanso fueron practicando, evolucionando después en un bailable elegante y cortés, y por ultimo derivando en los países centroamericanos y en México –entre los pasos elucubrados por cholos, chindos y otras especies– en la cumbia rebajada como aportación del barrio de la campana de Monterrey a este género.
Los instrumentos musicales más utilizados por las bandas de la cumbia tradicional eran: los tambores, la flauta de millo, las gaitas colombianas, el guache y el maracón. Cambiando luego al acordeón, la guitarra eléctrica, el güiro y las tumbas o congas
Una de las características más destacadas en las cumbias es el significado de sus letras. Muy habitualmente las cumbias tratan de expresar el sufrimiento de sus lugares de origen, de la vida cotidiana, también de temas marginales como las drogas y el alcohol o la delincuencia en general. Las tradicionales nacían de acontecimientos personales y se hicieron famosas como: “Los Caminos de la Vida”, “La Piragua”, “Navidad Negra” y “La Zenaida”.
De los exponentes de la cumbia en Colombia que terminaron siendo la inspiración de los países seguidores de este ritmo podemos anotar a: Policarpo Calle, llamado el embajador de la Cumbia, Aniceto Molina, Lisandro Meza, Lucho Bermúdez, Totó la Momposina y Lucho Argaín.
En México la cumbia tuvo exponentes entre los años sesenta a ochenta del pasado siglo, en un esfuerzo para repetir esquemas de grandes compositores señalándose a: Acapulco Tropical, La Tropa Loca, La Santanera, La Sonora Dinamita y el inimitable Mike Laure y sus Cometas, Carmen Rivero, Chelo y su Conjunto, Xavier Passos, El Tropical Panamá y desde luego Rigo Tovar y su Costa Azul, que se convirtió en el fenómeno de dos décadas de música tropical y cumbanchera.
Salto a un periodo en el que la cumbia mexicana marca una presencia y estilo, mezclando ritmos con hip hop, rap y salsa, traduciendo al género en un auténtico sello de creatividad y de fusión, me refiero al recién fallecido Celso Piña y su ronda Bogotá.
Celso, el de la campana, el del barrio bravo al que llegaron colombianos para aprender del maestro, el que hizo de su música un referente de la cumbia mexicana, aun cuando se tratara de antiguas canciones de otras latitudes.
Piña inicio su carrera como músico ambulante, autodidacta del acordeón tocó cientos de puertas que se fueron abriendo debido a su carisma y sencillez.
Fundó la ronda Bogotá con un sentido de identificación basado en el modelo de la cumbia colombiana.
De familia de músicos, su padre y sus hermanos: Eduardo, Enrique y Rubén, lo acompañaron durante toda su carrera.
Sus primeros éxitos incluían la interpretación de cumbias colombianas tradicionales, pero su sello lo refieren sus álbumes: “Dile” y “Cumbia de la Paz”, y de ahí en adelante.
En el 2001 tuvo la ocurrencia de lanzar “Barrio Bravo” en el que contó con la participación de El Gran Silencio y Control Machete, disco que lo posicionó a nivel mundial.
Entonces el máximo trofeo, el día que puso a bailar a García Márquez en el Marco de Monterrey, por él narrado: “Yo estaba tocando, cuando se abre de repente la cortina mágica y se viene la bola de gente, y en medio, el maestro. Seguí tocando, entró el maestro con la crema y nata de Monterrey. Le indican su mesa, y antes de llegar a su mesa, voltea a donde estábamos nosotros, se nos queda mirando, siguió caminando, llega, sienta a la esposa y él se va en medio del salón. Se desabrocha el último botón de la americana que llevaba y comienza a bailar. Bien sabroso que se movía el maestro. Obligados o no obligados, todos tuvieron que bailar”. El buen Celso, que la tierra te sea leve.
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